17 de marzo de 2012

Con tintes empíreos


 Por Luis Arturo Solís

Todos somos amantes de la música, y por ello como raza humana nos merecemos un sincero aplauso. Sea cual fuere el género musical que más los apasione, siempre habrá producciones que queden registradas dentro de la categoría de favoritas y a las cuales vale la pena regresar de vez en cuando, ya sea para sumergirnos en las miles de sensaciones a las que un conjunto de melodías  nos tienen acostumbradas, para experimentar palpitaciones distintas o para revivir el estado de ingravidez al que los sonidos nos transportaron en aquella primera escucha.

Recientemente, en una de esas jornadas en las que uno está al borde de caer en un feroz ataque psicótico (sí, uno más) gracias a las presiones que el deambular terrestre genera, acudí a los discos de antaño y me encontré con una joya que hace poco más de tres años descubrí y me permitió (en aquél entonces) explorar un terreno que con el paso del tiempo se convertiría en una gran pasión: hablar a detalle sobre lo que un disco genera en mí y cómo esto podría servir para que otros se animen a sumergirse en los mismos sonidos.

Además de los sonidos y reacciones con las que me reencontré, también me di oportunidad de visitar la egoteca en donde habitan los textos que en algún momento han sido publicados en portales de tinte comercial (mainstream, digamos) o en páginas de corte independiente; pero ahora, con más experiencia y canas encima, tras constatar que mucho de lo que quedó plasmado en esas líneas se mantiene presente -tanto en mis pensamientos como en el ambiente-, mi deseo es compartirlo con todo aquél que desee expandir sus horizontes musicales/sensoriales. Por lo tanto, sin más...
Nació el 5 de marzo de 1970 en Queens, Nueva York. Se le ubica rápidamente por haber sido el guitarrista de Red Hot Chilli Peppers. Ha editado once álbumes en solitario. Y, durante 2003, logró posicionarse en el puesto 18 de una lista publicada por Rolling Stone sobre los 100 mejores guitarristas de todos los tiempos.

Su más reciente producción discográfica se titula The Empyrean, y fue editada el 20 de enero de 2009. Se trata de un disco realizado entre diciembre de 2006 y marzo de 2008, y en él existen colaboraciones de Flea (ex compañero de Frusciante en RHCP), Josh Klinghoffer (músico y productor que ha trabajado con Nine Inch Nails, PJ Harvey, Ataxia, Beck, y actual guitarrista de RHCP) y el ex guitarrista de The Smiths, Johnny Marr. Record Collection es la disquera que lo lanzó.

The Empyrean abre con una no tan breve introducción de nueve minutos atinadamente denominada “Before the Beginning”, la cual se encarga de darnos la bienvenida musical, de prepararnos a consciencia sobre lo que podremos escuchar a lo largo de doce tracks, y que de una u otra manera nos permite relajarnos y ambientarnos con una nostálgica interpretación del instrumento que Frusciante domina. Un tema cautivador de principio a fin.

Tan arrebatador como puede llegar a ser el océano, y es que precisamente a ese lugar nos transporta con la segunda melodía, “Song to the Siren”, original de Tim Buckley e incluida en su álbum Starsailor (1970); sólo que en esta ocasión es abordada con elementos que nos remiten a un paseo cálido por el mar, navegando por encima de él, en búsqueda de aquella ninfa marina que nos permita extraviarnos en un canto dulce que nos aleje de todos y de todo. La voz de John le imprime una desesperación que le va perfectamente a la lírica.

El tercer tema hace honor al título que lo acompaña, “Unreachable”, y es que en verdad nos topamos con una amalgama de sonidos perfectamente ensamblados. Una de esas muestras geniales que muy pocos logran alcanzar. Teclado, batería y un bajo ejecutado por Flea de manera excepcional cargan el peso en un inicio y durante gran parte de los seis minutos. La melodía va de menos a más hasta alcanzar el clímax en el que descubres que se trata de una pieza en la que puedes perderte irremediablemente.

Hablando de una producción que literalmente se traduce al castellano como Lo divino, no podía quedar fuera un tema con el que se pretende comunicar la visión de Dios con respecto a lo que sucede hoy día en el mundo, y cómo el humano tiende a dirigirse a él para tratar de encontrar una explicación a los problemas que lo aquejan. “God” nos aconseja dejar todos nuestros pensamientos atrás, de lo contrario siempre estaremos atados a nuestro entorno y no dejaremos de pensar en qué puede pasar. Musicalmente nos encontramos con ritmos más vertiginosos e intensos, los cuales caen de maravilla para reafirmar el mensaje.

“Dark/Light” es un tema que podríamos dividir en dos partes, precisamente en obscuridad y luz. La primera de ellas, la lobreguez, acaparada por piano, efectos, procesadores y un canto apasionado. Elementos que al conjugarse con la letra atrapan tu atención si es que estás dispuesto a recorrer caminos tenebrosos en los que te preguntarás si tu existencia es necesaria en el tiempo y lugar que hoy ocupas.

Y, la segunda, la claridad, dominada por el bajo y coros que son responsables de sumergirnos en un trance que podemos aprovechar para realizar una reflexión sobre qué tanto hemos aprovechado nuestra estadía en el planeta para compartir con los demás nuestras ideas sobre vidas pasadas, sobre los conceptos que tengamos del bien y el mal, y de lo que creemos que signifique la vida y la muerte.

Obscuridad y luz, agentes que la naturaleza nos proporciona y que basta con observar los fenómenos que acontecen en el cielo para asombrarnos con su simplicidad o complejidad. Y justamente desde las alturas, reposando en el rincón de nuestra preferencia, se abre la metáfora sobre observar a los demás, y a nosotros mismos, viviendo apresuradamente mientras el tiempo nos devora. “Heaven” nos brinda esa posibilidad y, lo mejor de todo, es que lo hace de manera armoniosa. Un tema bastante bien logrado.

Justo a la mitad del álbum nos encontramos con “Enough of Me”, corte que se asemeja al sonido de RHCP, incluido, por supuesto, un fenomenal cierre a cargo de la guitarra. Una vez más se cuenta con la participación de Flea, de ahí la reminiscencia. Una canción que retoma tintes psicodélicos, rockeros y abstractos, pero que a su vez son de fácil digestión. ¿El resultado? Un excelente sabor de boca durante y después del lapso en el que se prolonga la ejecución.

Si hablamos de tracks con calidad, “Central” no es la excepción. En opinión de quien escribe estas líneas, es uno de los mejores temas del disco. Diferentes atmósferas lo envuelven, por lo tanto distintas emociones se generan. Ya sea por la sinceridad de la letra, la intensidad con que se interpreta cada elemento o por la emotividad que genera el in crescendo final. Es un corte imperdible y a través del cual Frusciante demuestra porqué es considerado uno de los mejores guitarristas en la actualidad.

Tras la tempestad bien dicen que llega la calma, y tal es el caso del tema “One More of Me”. En él podemos escuchar una voz mucho más grave de Frusciante, acompañado por una serie de cuerdas -interpretadas por Sonus Quartet- que llegan a cambiar drásticamente el paradigma del álbum, pero las cuales son necesarias para abordar puntos como las diferentes energías de origen incierto que recibimos como humanos, así como la majestuosidad de poder revivir un momento con el simple hecho de recrearlo en nuestra mente.

Ya en la recta final de la producción, “After the Ending” aparece como una de las propuestas más experimentales. Alcanzando notas muy agudas, y acompañado de nuevo por cuerdas y un apacible piano, John nos comunica abiertamente lo que opina con respecto a la muerte. Por medio de un tema que en sus minutos finales hace recordar a Pink Floyd, el mensaje central parece ser: a pesar de que la muerte es transformación, no hay nada después del final, todo es eterno. La nada nunca ha existido, ninguna cosa se ha convertido en nada.

Con el penúltimo track regresamos a esas estructuras melódicas potentes que todo buen disco de rock debe poseer, pero sin dejar de ahondar en territorios pocas veces explorados. Habla sobre todas las enseñanzas que uno puede llegar a adquirir mientras duerme, y cómo todo se percibe distorsionado al regresar de los brazos de Morfeo. “Today” es como el hoy en que vivimos: sólido, crudo, irreverente, intenso.

Y para finalizar, un tema muy completo que se denomina “Ah Yom”. Alegre de principio a fin. Picos y valles le dan vida. Conjunción perfecta de cada uno de sus elementos. Contagioso y rítmico, pero con tiempo para `bajones´ exactos que permiten digerir la obra en conjunto y recordar una verdad que todos sabemos, pero que con frecuencia dejamos en el olvido: el curso íntegro del tiempo es tan fugaz como un parpadeo.

En conclusión, The Empyrean fue una gratísima sorpresa en los albores de 2009. Un disco esperado por muchos, desconocido por la mayoría, e indiferente para algún sector; sin embargo, si estás en búsqueda de sonidos interesantes, la escucha de este material es obligada, ya que experimentarás sensaciones intensas, vibrarás con cada riff y buscarás la manera de volverlo a reproducir, ya sea en tu mente o en cualquier reproductor, a la brevedad.

1 comentario:

  1. La dualidad del ser, la naturaleza y el movimiento en la música tiene su convergencia en la metafísica ¡cuántos tiempos caben en un espacio! Ritmo: analogía de la creación y el desastre. Cosmos y Kaos.

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