Una vez estando ahí… multiplicamos las ocasiones y
nuestra estancia resultó en varios días de vecinos de un excelente changarro de
tablas de surf que poseía, dirigía y producía un chileno que tenía una novia
preciosa y hacía todo el ruido posible desde temprano por la mañana, no sin
disculparse de igual manera cada amanecer bajo la misma vibración de sierra y
madera; combinación que despertaba la resaca de los mezcales que habíamos
ingerido la noche anterior mientras rondábamos con exceso las calles y <<el
andador>>, irrumpíamos en los antros, discos, bares, cantinas y mi
borrachera era tal, que las grandes luces se hacían pequeñas y todas tenía un halo
amarillo alrededor aunque la luz fuera azul o blanca. Extrañaba el día, la
noche me mareaba de más. Habíamos de regresar no muy tarde para pernoctar y
descansar con el propósito de levantarnos a buen tiempo de ir por el Nigromante
Negro y el gran tenochca Sorrui que llegaban prestos, tres días después de
nuestro arribo a enmendar la plana, multiplicar las necesidades y unirse en las
gracias y desgracias del ‘survival’ al que jugamos con astucia y mucha
diversión. En fin la llegada de ambos personajes se las presento en la escena
siguiente… Mientras tanto en Puerto Escondido, amanecía, llegaban los autobuses
y en ellos, despertando, dos viajeros con ansias de mar y otros varios, bajaban
y quedaban en la espera de quienes, borrachos como mezcales de botella tapada
con plástico y liga -que daba pie a nuevos descubrimientos bacteriológicos de
corta vida debido a lo corrioso del alipús-, habían quedado de ‘-llegar
temprano, chido, sin pedos, no hay falla-’.
Así pasaron dos horas en que aquel
par de mezcales dormían hasta que la resaca llego a la cabeza y la memoria
lastimó la sien y la voz de alarma porque –güey, la alarma no sonó. ¡Ya es bien
tarde…!- Así acomodándose las babas y las chinguinas, dos crudas realidades
corrían por el resto de la comitiva que no buscaba anillos, ni oro, ni gloria;
sólo palabras, frases imperdonables, escenas imperdibles, como el fútbol de
coladeritas y el trazo que dibujaban con el balón sobre la loza de cemento,
aquel par de americanistas, en el estacionamiento de la terminal del Puerto
Escondido. El marcador corona que brillaba por su ausencia no reflejaba
marcador alguno, pensamos que sería tan sólo un interescuadras… Así pues ya la
afición y los equipos se hicieron uno y regresamos a beber unas extrañas hierbas
en infusiones a la orilla del mar, que nos recomendaron unos brujos que ahí
vivían. La pálida visitó al mago, pero después de dormirla rompió su muro para
convertirse así en el Nigromante Negro. El gran tenochca Sorriu igualmente expresaba
atinadamente la ironía de nuestras experiencias crepusculares. Mientras, todo
esto acontecía, trataba de sonar un instrumento que <<sólo ‘aquel de un
ojo’ conocía>>. Mostraba su completa incapacidad para hacer sonar el instrumento,
todas tardes y las noches. ¡Ay, pobres Azucenas que ahí habitaban y calentaban
las sopas instantáneas del Nigromante Negro! Devoraba esas sopas una tras otra,
aún están en proceso digestivo; y, cada tarde se repetía nuestro ritual a la
orilla del mar, perdiendo la mitad de nuestras pertenencias en manos de
pequeños seres parecidos a los duendes llenos de labiosa ingenuidad pero enteros
de astucia callejera, que llegaban al momento del crepúsculo. Nuestras palabras
se repetían como los minutos y <<cada minuto que pasaba estábamos más… >>
-dos Carta blancas, de ahí de la
hielera de unicel-, por favor que la historia no termina por ahora, ni
terminará aún después... Estos seres representaban la fragmentación de uno;
otro, que llegaría a visitar al Nigromante Negro. Este ser que llegó a la
comitiva nos provocaba espanto y aversión y nos preocupaba la salud del
Nigromante Negro, aunque he de decir que, esos berrinches que hacía el ser
oscuro, eran muy oportunos cuando se trataba de estar comiendo, porque, cuando
vivíamos la escases nos veíamos obligados a dejar pasar un rato de berrinche y
ver si no regresaban al plato y, si no era así, el plato era de la comunidad, aunque
eso fue más bien en los días subsecuentes y ya serán narradas esas escenas con
la gracia que me permitan las memorias y la supuesta habilidad de mi enfermizo
verbo y mi pluma… Los días se oscurecían en algunos momentos de hechicería
brujeril pero se renovaron cuando una banda de seres con automotores,
irrumpieron la casa de las Azucenas, conquistaron las habitaciones contiguas y
se declararon nuestros buenos vecinos. Tardamos unas horas en acomodar las
hamacas y las cervezas. De un momento a otro, nuestro pequeño clan de cuatro
viajeros y un malviaje, se había unificado en paz y con el propósito de una
prosperidad alentadora con la tribu de 5 pelafustanes, ‘el mojarras’ y una
doncella que había escapado del yugo de la torre de su castillo en el Pedregal
del imperio Tenochca. Comenzaron así las prácticas del viejo comercio, por
supuesto los trueques y un funcionamiento social en paz y adecuado. Fue una
tarde donde descansábamos del arduo día de sol y mar, mar y sol, cuando un par
de princesas europeas de nacionalidad inglesa irrumpieron en nuestro pedazo de
tierra ocupado por un mundo de hamacas…
SI ES QUE EL NARRADOR REALMENTE PARTICIPO EN ESTA ODISEA, 10 AÑOS DESPUES PUEDO VER AUN SECUELAS INCURABLES DE DICHA CRUZADA DE EMOCIONES Y PERVERSIONES. ESPEREMOS PRONTO PODER LEER EL DESENLACE DE ESTA TRAGICOMEDIA DE ACCION....
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